domingo, 27 de febrero de 2011

-Una vez me preguntaste cómo entendía los poemas -dice, casi en un susurro, con su voz de hablarle al micrófono-. Y también me preguntaste si nosotros, si lo nuestro dependía del concurso para existir. ¿Eh, cariño? (...) ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas del mar? ¿De nuestro mar al amaenecer, de cómo nos gustaba? Nos gustaba porque era como nosotras, Faye. Aquel océnao era obvio. Todo el tiempo estábamos buscando algo obivo (...). El mar solo es el mar cuando se mueve -susurra Julie-. Las olas son lo que distingue el mar de un charco muy grande. El mar no es nada más que sus olas. Y todas las olas del mar terminan chocando con lo que ellas mismas empujan y rompiendo. Todo lo que estábamos mirando durante todo el tiempo que estuviste haciendo preguntas era obvio. Era obvio y era un poema porque éramos nosotras.





WALLACE FOSTER, David. Animalitos inexpresivos. En: La niña del pelo raro. Barcelona: Mondadori, 2000. p. 44

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