lunes, 28 de febrero de 2011

Lo que llamamos "mundo" es una enorme mesa de café producto de un compendio de posibilidades.









MURAKAMI, Haruki. El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas. Barcelona: Tusquets, 2009.
Un pájaro de papel en el pecho
dice que el tiempo de los besos no ha llegado;
vivir, vivir, el sol cruje invisible,
besos o pájaros, tarde o pronto o nunca.
Para morir basta un ruidillo,
el de otro corazón al callarse,
o ese regazo ajeno que en la tierra
es un navío dorado para los pelos rubios.
Cabeza dolorida, sienes de oro, sol que va a ponerse;
aquí en la sombra sueño con un río,
juncos de verde sangre que ahora nace,
sueño apoyado en ti calor o vida.



ALEIXANDRE, Vicente. Vida. En: La destrucción o el amor. [Madrid]: Diario Público, 2010
En el colegio cualquiera dice que es tu amigo, pero no te puedes fiar porque en cuanto te descuidas te venden. Si eres mitad niño mitad tomate, tienes que tener cuidado con la gente, no te puedes andar fiando así como así.








LORIGA, Ray. Lo peor de todo.  [Barcelona]: Alfaguara, 2008
(...) Es como si me dividiera en dos entes dispares, contradictorios, independientes, uno que sabe de memoria su trabajo, que domina al máximo sus variantes y recovecos, que está seguro siempre de dónde pisa, y otro soñador y febril, frustradamente apasionado, un tipo triste que, sin embargo, tuvo, tiene y tendrá vocación de alegre, un distraído a quien no le importa por dónde corre la pluma ni qué cosas escribe la tinta azul que a los ocho meses quedará negra (...).





BENEDETTI, Mario. La tregua. [Barcelona]: Alfaguara, 1995.
Seu nome seu nome era...
perdeu-se na carne fría
perdeu-se na confusão de tanta noite e tanto día
perdeu-se na profusão das coisas acontecidas
constelações de alfabeto
noites escritas a giz
pastilhas de anivérsarário
domingos de futebol
enterros corsos cósmicos
roleta bilhas baralho
mudou de cara e cabelos mudou de olhos e risos mudou de casa
e de tempo: mas está conmigo está
perdido comigo
teu nome
em alguma gaveta.




GULLAR, Ferreira. Poema sucio. [s.l.]: Visor libros, 1998. 
La repentina alteración de humor observada en Tertuliano Máximo Afonso y que tan conmocionado había dejado al profesor de Matemáticas no era más que una simple manifiestación somática de la patología psíquica vulgarmente conocida como ira de los mansos. [...] se distribuían los temperamentos humanos en cuatro grandes tipos, a saber, el melancólico, producido por la bilis negra, el flemático, que obviamente resulta de la flema, el sanguíneo, relacionado no menos obviamente con la sangre, y por último el colérico, que era el resultado de la bilis blanca. Como fácilmente se comprueba, en esta división cuaternaria y primariamente simétrica de los humores no había un lugar donde se pudiese colocar la comunidad de los mansos. Sin embargo, la Historia [...] nos asegura que éstos ya existían, y en gran número [...], cuando la definición y el establecimiento del cuadro clínico arriba descrito, un otro humor fue olvidado. Nos referimos a la lágrima. [...] La denuncia que acabamos de hacer de la ausencia de lágrima en la teoría de la medicina humoral no significa que los mansos, por naturaleza más sensibles, luego más propensos a esa manifiestación líquida de los sentimientos, anden todo el santo día pañuelo en mano, sonándose la nariz y enjugándose a cada minuto los ojos arrasados en llanto. Significa, sí, que muy bien podría una persona, hombre o mujer, estar despedazándose en su interior por efecto de la soledad, del desamparo, de la timidez, [...] y que a veces por una simple palabra, por un venga-no-te-apures, por un gesto bienintencionadao pero proctector en exceso,he aquí que el pacífico, el dócil, el sumiso de pronto desaparece de escena y en su lugar, desconcertante e incomprensible para los que del alma humana suponen saberlo todo, surge el ímpetu ciego y arrasador de la ira de los mansos. Lo más normal es que dure poco, pero da miedo cuando se manifiesta.





SARAMAGO, José. El hombre duplicado. [Barcelona]: Alfaguara, 2003
Cuando siento que voy a vomitar un conejito, me pongo dos dedos en la boca como una pinza abierta, y espero a sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como una efervescencia de sal de frutas. Todo es veloz e higiénico, transcurre en un brevísimo instante. Saco los dedos de la boca, y en ellos traigo sujeto por las orejas a un conejito blanco. El conejito parece contento, es un conejito normal y perfecto, sólo que muy pequeño, pequeño como un conejito de chocolate pero blanco y enteramente un conejito. Me lo pongo en la palma de la mano, le alzo la pelusa con una caricia de los dedos, el conejito parece satisfecho de haber nacido y bulle y pega el hocico contra mi piel, moviéndolo con esa trituración sileciosa y cosquilleante del hocico de un conejo contra la piel de una mano.



CORTÁZAR, Julio.  Carta a una señorita en París. En: Bestiario. [s.l.]: Punto de lectura, 2006.

domingo, 27 de febrero de 2011

Cheese afirmó que toda mi camarilla punk se sentía como si no tuvieran nada y nunca fueran a tenerlo y, por tanto, convertían la nada en todo. Sin embargo, Cheese afirmó que yo era un Sick Puppy que ya lo tenía todo y, en consecuencia, quería averiguar porqué cambiaba mi enorme todo por una enorme nada.







WALLACE FOSTER, David. La niña del pelo raro. En: La niña del pelo raro. Barcelona: Mondadori, 2000. p. 78
-Una vez me preguntaste cómo entendía los poemas -dice, casi en un susurro, con su voz de hablarle al micrófono-. Y también me preguntaste si nosotros, si lo nuestro dependía del concurso para existir. ¿Eh, cariño? (...) ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas del mar? ¿De nuestro mar al amaenecer, de cómo nos gustaba? Nos gustaba porque era como nosotras, Faye. Aquel océnao era obvio. Todo el tiempo estábamos buscando algo obivo (...). El mar solo es el mar cuando se mueve -susurra Julie-. Las olas son lo que distingue el mar de un charco muy grande. El mar no es nada más que sus olas. Y todas las olas del mar terminan chocando con lo que ellas mismas empujan y rompiendo. Todo lo que estábamos mirando durante todo el tiempo que estuviste haciendo preguntas era obvio. Era obvio y era un poema porque éramos nosotras.





WALLACE FOSTER, David. Animalitos inexpresivos. En: La niña del pelo raro. Barcelona: Mondadori, 2000. p. 44
Y entonces conoces a una persona extraordinaria y divertida, triste y excepcional.








WALLACE FOSTER, David. Animalitos inexpresivos. En: La niña del pelo raro. Barcelona: Mondadori, 2000. p. 49
Julie se encoge de hombros:
- Di lo que quieras. -Tiene que estar todo el tiempo arreglándose el bigote por culpa del calor-. Di que el lesbianismo no es más que una especide de respuesta a la alteridad. Di que el único sentido que tiene el amor es intentar meter los dedos por los agujeros de la máscara del amante. Llegar a agarrar de alguna manera esa máscara. Y qué más da cómo lo consigas.





WALLACE FOSTER, David. Animalitos inexpresivos. En: La niña del pelo raro. Barcelona: Mondadori, 2000. p. 44