sábado, 13 de agosto de 2011

      Everything's foreseeable. Everything has already been foreseen.
What has been fated cannot be avoided. Even this boiled potato. This
fork. This chunk of dark bread. This thought too....
       My grandmother sweeping the sidewalk knows that. She says
there's no god, only an eye here and there taht sees clearly. The neighbors
are too busy watching TV to burn her as a witch.




         Todo es previsible. Todo ha sido ya previsto. Lo que
ha sido destinado no puede evitarse. Ni siquiera esta patata
hervida. Este tenedor. Este trozo de pan oscuro. Este
pensamiento también...
          Mi abuela que barre la acera lo sabe. Dice que no hay
dios, sólo un ojo aquí y allí que ve claramente. Los vecinos
están demasiado ocupados viendo la TV para quemarla por
bruja.




SIMIC, Charles. El mundo no se acaba. DVD: Barcelona, 1999
...
¿Qué modo de vivir era este? ¿Un modo de vivir
donde un hombre está tan ocupado que ni puede leer
    poemas?
...




CARVER, Raymond. "Un informe". Bajo una luz marina. Madrid: Visor Libros, 2005.   

 ...
Me gustaría hacer eso
sin tener que disculparme ante mí mismo por ello.
Ni sentirme mal por interesarme por cosas menos
     importantes.
Sé que es hora de cambiar de vida.
Esta vida --con sus complicaciones
y llamadas telefónicas-- es indecente,
y una pérdida de tiempo.
Quiero hundir mis manos en agua fresca. Del modo
en que lo hizo él. Otra vez y otra vez y otra.




CARVER, Raymond. "El Caballete". Bajo una luz marina. Madrid: Visor Libros, 2005.
...
Y observando esos pájaros. No pido nada
excepto tiempo soleado. Dentro de un minuto
tendré que colgar el teléfono y tratar de separar
lo cierto de los falso. ...




CARVER, Raymond. "Qué puedo hacer". Bajo una luz marina. Madrid: Visor Libros, 2005.



 ...
Está a millones de Kilómetros. Los dos estamos muy lejos
de allí, y todavía llora alguien. Incluso entonces
empezaba a entender cómo es posible
estar en un sitio. Y en otro, también.






CARVER, Raymond. "Madera de balsa". Bajo una luz marina. Madrid: Visor Libros, 2005.




Si pretendo salvar mi vida tengo que estar a un paso de destruirla.









AUSTER, Paul. El libro de las ilusiones. Barcelona: Anagrama, 2010

Paul Auster: El libro de las ilusiones

Ahora sólo hablo con los muertos. Sólo en ellos confío, son los únicos que me comprenden. Como ellos, vivo sin futuro.








AUSTER, Paul. El libro de las ilusiones. Barcelona: Anagrama, 2010

Paul Auster: El libro de las ilusiones

Comprendí que las balas de aquella arma contenían una idea que nunca se me había ocurrido. El mundo estaba lleno de pequeñas cavidades, aberturas sin sentido, vacíos microscópicos que la mente podía cruzar, y una vez que se estaba al otro lado de esos huecos, uno se liberaba de sí mismo, se liberaba de la vida, se liberaba de la muerte, se liberaba de todo lo que le pertenía.






AUSTER, Paul. El libro de las ilusiones. Barcelona: Anagrama, 2010

martes, 19 de abril de 2011

Daniel Orviz: Quiéreme

Quiéreme.

Manifiéstate de súbito.

Choquémonos, como por arte mágico
en el Bukowski,
un Miércoles.
Pidámonos disculpas. Sonriámonos.
Intentemos tirar el muro gélido
diciéndonos las cuatro cosas típicas.
Caigámonos simpáticos.
Preguntémonos cosas.
Invitémonos
a bebidas alcohólicas.
Dejémonos llevar más lejos. Déjame
que despliegue mi táctica.
Escúchame decir cosa estúpidas
y ríete. Sonríeme. Sorpréndete
valorándome como oferta sólida.
Y a partir de ahí

quiéreme.

Sin rúbrica, pero por pacto tácito
acepta ser mi víctima.
Déjame que te lleve hacia la atmósfera,
acompáñame a mi triste habitáculo.
Sentémonos, mirémonos,
relajémonos y pongamos música.
De pronto, abalancémonos
besémonos con hambre, acariciémonos,
Desnudémonos rápido
y volvámonos locos. Devorémonos
como bestias indómitas. Mostrémonos
solícitos en cada prolegómeno.
Derritámonos en abrazos cálidos
Virtámonos en húmedos océanos.
Ábrete a mí, abandónate y enséñame
el sabor de tus líquidos.
Mordámonos, toquémonos, gritémonos
permitámonos que todo sea válido
y sin parar,
follémonos.
Follémonos hasta quedar afónicos

Follémonos hasta quedar escuálidos.

Durmámonos después, así,
abrazándonos.

Y al otro día

quiéreme.

Despidámonos rígidos, y márchate
de regreso a tus límites
satisfecha del paréntesis lúbrico
pero considerándolo algo efímero
sin segundo capítulo.
Deja pasar el tiempo, mas sorpréndete
recordándome en flashes esporádicos
y sintiendo al hacerlo un sicalíptico
látigo por tus gónadas.
Descúbrete a menudo preguntándote
qué será de este crápula.
Y un día, sin siquiera proponértelo
rescata de tus dígitos mi número
llámame por teléfono
y alégrate de oírme. Retransmíteme,
ponme al día de cómo van tus crónicas
y escucha como narro mis anécdotas.
Y al final, algo tímidos, citémonos.
En cualquier cafetín de corte clásico
volvámonos a ver, sintiendo idéntico
vértigo en el estómago.
Y en ese instante

quiéreme.

Apenas pasen un par de centésimas
sintamos al unísono un relámpago
de éxtasis limpio y cándido,
y en un crescendo cinematográfico
dejémonos de artificios y máscaras.
Rindámonos a la atracción magnética
que gritan nuestros átomos
y sintámonos de placer pletóricos
por sentirla recíproca.
Unidos en un abrazo simétrico
perdámonos por esas calles lóbregas
regalándonos en cada parquímetro
con besos mayestáticos
que causen graves choques de automóviles
y estropéen los semáforos.
Y para siempre

quiéreme.

Dejemos que se haga fuerte el vínculo,
unamos nuestro caminar errático,
declarémonos cómplices,
descubramos restaurantes asiáticos,
compartamos películas,
contemplemos bucólicos crepúsculos,
charlemos de poética y política
y celebremos nuestras onomásticas
regalándonos fruslerías simbólicas
en veladas románticas.

Y entre una y otra

quiéreme

Dejemos de quedar con el grupúsculo
de amigos. Que los follen por la próstata.
Pues si ponemos el asunto en diáfano
solo eran una pandilla de imbéciles.
Cerrémonos, y en un afán orgiástico
con afición sigamos explorándonos
buscando como ávidos heroinómanos
el subidón de aquel polvo iniciático.

Y aunque no lo logremos. Da igual.

Quiéreme.

Para evitar que nuestra vida íntima
se corrompa con óxido
busquémonos alternativas lúdicas
apuntémonos a clases de kárate
o de danzas vernáculas
juntémonos en cursos gastronómicos.
Presentémonos
a nuestros mutuos próceres
anteriores del árbol genalógico
y a lo largo del cónclave
sintámonos con ellos algo incómodos
mas felices de haber pasado el trámite.

Y quiéreme después. Sigue queriéndome,

continuando con el proceso lógico
juntemos nuestras vidas en un sólido
matrimonio eclesiástico,
casémonos a la manera clásica,
hagamos un bodorrio pantagruélico,
y cual pájaros de temporada en éxodo
vayámonos de viaje hacia los trópicos
y bailemos el sóngoro cosóngoro
mientras bebemos cócteles exóticos.

Y al regresar, sentemos nuestros cráneos.
Comprémonos un piso. Hipotequémonos
Llenémoslo con electrodomésticos
y aparatos eléctricos,
y paguemos en precio de las dádivas
regalándole nueve horas periódicas
a trabajos insípidos
que permitan llenar el frigorífico.

Y mientras todo ocurre, solo

quiéreme,

del fondo de tu útero
saquemos unos cuantos hijos pálidos,
bauticémoslos con nombres de apóstoles,
llenémoslos de amor y contagiémoslos
con nuestra lóbrega tristeza crónica.
Apuntémoslos a clases de música
de mímica y de álgebra,
y démosles zapatos ortopédicos,
aparatos dentales costosísimos,
fórmulas matemáticas
y complejos edípicos
que llenen el diván de los psicólogos.

Releguemos nuestro ritual erótico
a la noches del sábado
cuando ellos salgan véstidos de góticos
a ponerse pletóricos
ciegos de barbitúricos.
Paguémosles las tasas académicas
a los viajes a Ámsterdam.
Dejemos que presenten a sus cónyuges
y al final, entreguémoslos
para que los devoren las mandíbulas
de este mundo famélico.

Y ya sin ellos

quiéreme

a lo largo de apuros económicos
y de exámenes médicos,
mientras que nos vovemos antiestéticos
más cínicos, sarcásticos,
nos aplaste el sentido del ridículo
y nos comen los cánceres y úlceras.
Quiéreme aunque nos quedemos sin diálogo
Y te pongan histérica mis hábitos.
Enfádate, golpéame, hasta grítame
y como única válvula catártica
desahógate en relaciones adúlteras
con amantes más jóvenes
y regresa entre lágrimas y súplicas
perjurándome que aún sigues amándome.


Y yo contestaré tan solo

quiéreme.

Quiéreme aunque te premie salpicándote
en escándalos cíclicos
y te insulte, y te haga sentir minúscula
y me pase humillándote
y me haya vuelto un sátrapa
que roza cada día el coma etílico
y me haya vuelto politoxicómano
y me conozcan ya en cada prostíbulo.

Continúa queriéndome
mientras pasan espídicas las décadas
y nos envuelve el tiempo maquiavélico
en un líquido amniótico
que borre el odio que arde en nuestros glóbulos
y nos arroje al hospital geriátrico
a compartir habitación minúscula
inválidos, mirándonos
sin más fuerza ni diálogo
que el eco de nuestras vacías cáscaras.

Quiéreme para que pueda decirte
cuando vea la sombra de mi lápida
Y antes de que venga y cierre la mano
de la muerte mis párpados:

“Ojalá,
ojalá como dijo aquel filósofo
el tiempo sea cíclico
y volvamos de nuevo reencarnándonos
en dos vidas idénticas,
y cuando en el umbral redescubierto
de una noche de miércoles pretérita
tras chocarme contigo
girándote, me digas: "Uy, perdóname"
le ruego que permita el dios auténtico
que recuerde en un segundo epifánico
cómo será el futuro de este cántico
cómo irán nuestras flores corrompiéndose
cómo acabaré odiándote
cómo destrozarás cuanto fue insólito
en este ser,
cómo la vida empírica
nos tornará en autómatas patéticos
hasta llevarnos a la justa antípoda
de nuestro sueño idílico."

"Y sabiendo todo esto, anticipándolo
pueda mirarte directo a los ojos
y conociéndolo muy bien. Sabiendo
el devenir de futuras esdrújulas
destrozando en un pisotón mi brújula

te diga
solo



quiéreme."

Nacho Aldeguer: Eres única en tu clase

lunes, 14 de marzo de 2011

A los adictos al vinilo es fácil descubrirlos, porque al cabo de un rato se cabrean con los expositores que han estado repasando a conciencia, se marchan a una sección totalmente distinta, sacan una funda casi parece que al azar y se acercan con ella al mostrador; es porque mentalmente han confeccionado una lista de posibles adquisiciones (...), y de pronto se ponen de los nervios por la cantidad de tiempo que han perdido buscando algo que en realidad tampoco quieren llevarse. Es un sentimiento que conozco bien (es mi gente; la entiendo mejor que a nadie en el mundo); una sensación pegajosa, como si se te pusieran los pelos de punta, una especie de pánico ilocalizable, y terminas por salir de la tienda dando tumbos. Después caminas mucho más deprisa, tratando de recuperar la parte del día que se te ha escapado.




HORNBY, Nick. Alta fidelidad. Barcelona: Anagrama, 2007.

viernes, 11 de marzo de 2011

- No, me conformo con que me cuentes lo que quieres hacer con tu vida.
- Consumirla.
- ¿Cómo? -Fingió no haber oído bien.
- Gastármela, y cuando no quede nada, morirme en paz y dejar que los gusanos se coman lo menos posible. Yo soy un fracasado, lo reconozco. He fracasado en todo lo que he intentado, nada me ha salido bien porque para nada era lo suficientemente bueno. Usted tiene todo el dinero, la inteligencia y la sabiduría del mundo, se ha hecho a sí mismo, pues me parece estupendo, pero no venga a darme lecciones sobre cómo debo yo vivir mi vida porque eso es asunto mío. A lo mejor todo lo suyo no vale una mierda comparado con un rato de mi vida, por lo menos para mí.








TRUEBA, David. Cuatro amigos. Barcelona: Anagrama, 1999
Se suele producir el equívoco de envidiar a los gatos por el mero hecho comprobado de que poseen siete vidas. Es un error. Es sabido que el gato feliz es siete veces feliz, pero el gato desgraciado es, a su vez, siete veces desgraciado.






TRUEBA, David. Cuatro amigos. Barcelona: Anagrama, 1999
Un sentimental es el que espera algo que puede llegar a suceder. Un romántico espera contra toda probabilidad.









TRUEBA, David. Cuatro amigos. Barcelona: Anagrama, 1999
Nosotros siempre habíamos valorada la libertad, sin saber demasiado bien en qué consistía.









TRUEBA, David. Cuatro amigos. Barcelona: Anagrama, 1999
El doctor me dijo: No hay nada malo en el hígado, no hay nada malo en los pulmones,n o hay nada malo en los huesos, no hay nada malo en el cerebro, no hay nada malo en el corazón, no hay nada malo en el páncreas, no hay nada malo en el estómago, no hay nada malo en la garganta, no hay nada malo en ningún órgano vital.

Y yo le respondí: Pues estoy jodido, doctor.






TRUEBA, David. Cuatro amigos. Barcelona: Anagrama, 1999

miércoles, 9 de marzo de 2011

El derecho de no leer un libro.
El derecho de saltar las páginas.
El derecho de no terminar un libro.
El derecho de releer.
El derecho de leer lo que sea.
El derecho al bovarismo.
El derecho de leer donde sea.
El derecho de buscar libros, abrirlos en donde sea y leer un pedazo.
El derecho de leer en voz alta.
El derecho de callarse.


PENNAC, Daniel. Como una novela. 
Barcelona : Anagrama, D.L. 1993

domingo, 6 de marzo de 2011

Os necesito. Esa es la verdad. Puede que sea un poco egoista pero con vosotros no me cuesta trabajo hacer las cosas... Nunca os lo he contado, pero a mi me cuesta mucho trabajo vivir. Estoy cansado antes de hacer nada. Tengo que obligarme a hacer cosas que la gente hace sin darse cuenta... Con lo único que no me pasa eso es con esta aventura. No tenía ganas de nada. He vivido en un túnel hasta que os conocí y me enamoré de vosotros.






CASTILLOS de cartón [videograbación] / director, Salvador García Ruiz; guión, Enrique Urbizu; productores, Gerardo Herrero, Mariela Bwsuievsky, Javier López Blando [i.e. Blanco]; música, Pascal Gaigne; director de fotografía, Teo Delgado; montaje, Berta Frías; dirección artística, Fedérico G. Cambero. -- Barcelona : Cameo Media, D.L. 2010
1 DVD-vídeo (ca. 94 min.) : son., col.
Basada en la obra homónima de Almudena Grandes

lunes, 28 de febrero de 2011

Lo que llamamos "mundo" es una enorme mesa de café producto de un compendio de posibilidades.









MURAKAMI, Haruki. El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas. Barcelona: Tusquets, 2009.
Un pájaro de papel en el pecho
dice que el tiempo de los besos no ha llegado;
vivir, vivir, el sol cruje invisible,
besos o pájaros, tarde o pronto o nunca.
Para morir basta un ruidillo,
el de otro corazón al callarse,
o ese regazo ajeno que en la tierra
es un navío dorado para los pelos rubios.
Cabeza dolorida, sienes de oro, sol que va a ponerse;
aquí en la sombra sueño con un río,
juncos de verde sangre que ahora nace,
sueño apoyado en ti calor o vida.



ALEIXANDRE, Vicente. Vida. En: La destrucción o el amor. [Madrid]: Diario Público, 2010
En el colegio cualquiera dice que es tu amigo, pero no te puedes fiar porque en cuanto te descuidas te venden. Si eres mitad niño mitad tomate, tienes que tener cuidado con la gente, no te puedes andar fiando así como así.








LORIGA, Ray. Lo peor de todo.  [Barcelona]: Alfaguara, 2008
(...) Es como si me dividiera en dos entes dispares, contradictorios, independientes, uno que sabe de memoria su trabajo, que domina al máximo sus variantes y recovecos, que está seguro siempre de dónde pisa, y otro soñador y febril, frustradamente apasionado, un tipo triste que, sin embargo, tuvo, tiene y tendrá vocación de alegre, un distraído a quien no le importa por dónde corre la pluma ni qué cosas escribe la tinta azul que a los ocho meses quedará negra (...).





BENEDETTI, Mario. La tregua. [Barcelona]: Alfaguara, 1995.
Seu nome seu nome era...
perdeu-se na carne fría
perdeu-se na confusão de tanta noite e tanto día
perdeu-se na profusão das coisas acontecidas
constelações de alfabeto
noites escritas a giz
pastilhas de anivérsarário
domingos de futebol
enterros corsos cósmicos
roleta bilhas baralho
mudou de cara e cabelos mudou de olhos e risos mudou de casa
e de tempo: mas está conmigo está
perdido comigo
teu nome
em alguma gaveta.




GULLAR, Ferreira. Poema sucio. [s.l.]: Visor libros, 1998. 
La repentina alteración de humor observada en Tertuliano Máximo Afonso y que tan conmocionado había dejado al profesor de Matemáticas no era más que una simple manifiestación somática de la patología psíquica vulgarmente conocida como ira de los mansos. [...] se distribuían los temperamentos humanos en cuatro grandes tipos, a saber, el melancólico, producido por la bilis negra, el flemático, que obviamente resulta de la flema, el sanguíneo, relacionado no menos obviamente con la sangre, y por último el colérico, que era el resultado de la bilis blanca. Como fácilmente se comprueba, en esta división cuaternaria y primariamente simétrica de los humores no había un lugar donde se pudiese colocar la comunidad de los mansos. Sin embargo, la Historia [...] nos asegura que éstos ya existían, y en gran número [...], cuando la definición y el establecimiento del cuadro clínico arriba descrito, un otro humor fue olvidado. Nos referimos a la lágrima. [...] La denuncia que acabamos de hacer de la ausencia de lágrima en la teoría de la medicina humoral no significa que los mansos, por naturaleza más sensibles, luego más propensos a esa manifiestación líquida de los sentimientos, anden todo el santo día pañuelo en mano, sonándose la nariz y enjugándose a cada minuto los ojos arrasados en llanto. Significa, sí, que muy bien podría una persona, hombre o mujer, estar despedazándose en su interior por efecto de la soledad, del desamparo, de la timidez, [...] y que a veces por una simple palabra, por un venga-no-te-apures, por un gesto bienintencionadao pero proctector en exceso,he aquí que el pacífico, el dócil, el sumiso de pronto desaparece de escena y en su lugar, desconcertante e incomprensible para los que del alma humana suponen saberlo todo, surge el ímpetu ciego y arrasador de la ira de los mansos. Lo más normal es que dure poco, pero da miedo cuando se manifiesta.





SARAMAGO, José. El hombre duplicado. [Barcelona]: Alfaguara, 2003
Cuando siento que voy a vomitar un conejito, me pongo dos dedos en la boca como una pinza abierta, y espero a sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como una efervescencia de sal de frutas. Todo es veloz e higiénico, transcurre en un brevísimo instante. Saco los dedos de la boca, y en ellos traigo sujeto por las orejas a un conejito blanco. El conejito parece contento, es un conejito normal y perfecto, sólo que muy pequeño, pequeño como un conejito de chocolate pero blanco y enteramente un conejito. Me lo pongo en la palma de la mano, le alzo la pelusa con una caricia de los dedos, el conejito parece satisfecho de haber nacido y bulle y pega el hocico contra mi piel, moviéndolo con esa trituración sileciosa y cosquilleante del hocico de un conejo contra la piel de una mano.



CORTÁZAR, Julio.  Carta a una señorita en París. En: Bestiario. [s.l.]: Punto de lectura, 2006.

domingo, 27 de febrero de 2011

Cheese afirmó que toda mi camarilla punk se sentía como si no tuvieran nada y nunca fueran a tenerlo y, por tanto, convertían la nada en todo. Sin embargo, Cheese afirmó que yo era un Sick Puppy que ya lo tenía todo y, en consecuencia, quería averiguar porqué cambiaba mi enorme todo por una enorme nada.







WALLACE FOSTER, David. La niña del pelo raro. En: La niña del pelo raro. Barcelona: Mondadori, 2000. p. 78
-Una vez me preguntaste cómo entendía los poemas -dice, casi en un susurro, con su voz de hablarle al micrófono-. Y también me preguntaste si nosotros, si lo nuestro dependía del concurso para existir. ¿Eh, cariño? (...) ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas del mar? ¿De nuestro mar al amaenecer, de cómo nos gustaba? Nos gustaba porque era como nosotras, Faye. Aquel océnao era obvio. Todo el tiempo estábamos buscando algo obivo (...). El mar solo es el mar cuando se mueve -susurra Julie-. Las olas son lo que distingue el mar de un charco muy grande. El mar no es nada más que sus olas. Y todas las olas del mar terminan chocando con lo que ellas mismas empujan y rompiendo. Todo lo que estábamos mirando durante todo el tiempo que estuviste haciendo preguntas era obvio. Era obvio y era un poema porque éramos nosotras.





WALLACE FOSTER, David. Animalitos inexpresivos. En: La niña del pelo raro. Barcelona: Mondadori, 2000. p. 44
Y entonces conoces a una persona extraordinaria y divertida, triste y excepcional.








WALLACE FOSTER, David. Animalitos inexpresivos. En: La niña del pelo raro. Barcelona: Mondadori, 2000. p. 49
Julie se encoge de hombros:
- Di lo que quieras. -Tiene que estar todo el tiempo arreglándose el bigote por culpa del calor-. Di que el lesbianismo no es más que una especide de respuesta a la alteridad. Di que el único sentido que tiene el amor es intentar meter los dedos por los agujeros de la máscara del amante. Llegar a agarrar de alguna manera esa máscara. Y qué más da cómo lo consigas.





WALLACE FOSTER, David. Animalitos inexpresivos. En: La niña del pelo raro. Barcelona: Mondadori, 2000. p. 44